Uno de los encuentros que permanecerá en la retina de los amantes del deporte rey, es, no hay duda que valga, el jugado el domingo 5 de setiembre de 1993 en el estadio de River Plate de Buenos Aires, entre Argentina y Colombia, en el marco de la última fecha de las eliminatorias mundialistas para USA 94. Hasta la Eliminatoria 93 los partidos se jugaban en dos grupos, A y B. Chile no participó a razón de la sanción por el escándalo, dirigencial y deportivo, de la eliminatoria anterior. El grupo B clasificaba a dos selecciones a USA '94, mientras que el A solo a una, dejando a la segunda en puntaje con la chance de disputar un repechaje con el ganador de la llave eliminatoria de Oceanía.
En teoría (teoría argentina, obviamente), los argentinos, dirigidos por Alfio Basile, eran los favoritos a clasificar directamente. Sin embargo, el juego que venía demostrando la selección dirigida por Francisco Maturana había alcanzado un gran nivel, al punto que hasta hoy es catalogaba como la mejor selección de toda la historia pelotera de Colombia. De esta destacaban Freddy Rincón, Carlos “El Pibe” Valderrama, Faustino Asprilla, Leonel Álvarez, Óscar Córdova y Adolfo “El tren” Valencia. Un equipazo que privilegiaba el fútbol espectáculo, el toque seguro de balón y la contundencia en la definición. No fue nada extraño, entonces, que sus partidos hayan sido relativos paseos, las selecciones del grupo A cobraron como hijos, pero ninguna de estas como la oncena argentina.
Pese a haber demostrado un juego irregular en los partidos previos, los albicelestes se mostraban confiados, a su favor tenían el peso de la historia: dos campeonatos mundiales (1978 y 1986) y un subcampeonato mundial (1990), además eran los recientes ganadores de la Copa América de 1992. Varios de sus jugadores referenciales estaban en la plenitud de su rendimiento, tales como Gabriel Batistuta, Diego Simeone, Fernando Redondo y Leonardo Rodríguez; sumándose a ellos la experiencia de Óscar Ruggieri, Sergio Goycochea, Ramón Medina Bello y Jorge Borelli.
El estadio de River Plate, con más de setenta mil almas, rabiaba de ánimo, las gradas amenazaban desmoronarse por los constantes saltos de las barras... La hinchada argentina no solo esperaba clasificar esa tarde, sino también golear a los colombianos, quienes con un empate ya estaban en el mundial, mientras que los locales tenían que ganar sí o sí.
Los pupilos de Basile empezaron las acciones con pie derecho, los ataques eran incesantes, pero la avalancha duró hasta los veinte minutos. Los colombianos, casi como jugando, comenzaron a triangular, sin desesperarse, en toques suaves con guachitas incluidas, hasta que en el minuto 41 Rincón anotó el primer tanto de lo que sería la catástrofe argentina. El segundo tiempo fue un abuso, un canto genuino a las tres G del fútbol: ganar, gustar y golear.
El mundo entero no creía lo que miraba en las pantallas de tv, pero esta idea fue paulatinamente cediendo ante la esencia de la belleza del fútbol, de la poesía de los pases, de la ecuanimidad de los que se saben grandes, de los que juegan bajo el principio de no ensuciar el partido con marcas a presión. Es por eso que cada toque colocho era acompañado por una casi interminable sinfonía de “oles”, los hinchas en el estadio no celebraban por joder a los suyos, sino que dinamitaron el ego en pos del hechizo, sin importar si este era propio o ajeno… A los 84 ´ “El tren” Valencia colocaba su sello.
Justo en este instante, Basile le pregunta a su asistente lo siguiente: “¿Cómo va el partido?” A miles de kilómetros de Buenos Aires, y a la misma hora, jugaban la selección paraguaya y la peruana. El estadio José Díaz de Lima exhibía sus tribunas casi vacías, la hinchada peruana le había dado la espalda a la oncena local que hasta el momento no había conseguido ni siquiera un solo punto. Cosa contraria pasaba con los paraguayos, que estaban aferrados a un milagro, el cual, al menos, podía darles los pasajes para disputar los partidos del repechaje. Los capitaneados por Chilavert tenían que ganar su partido y esperar que los colombianos ganen por tres goles de diferencia a los argentinos; vana esperanza, perú eliminó del repechaje a Paraguay, y -seamos sinceros-, le salvó el pellejo a Argentina.
Así, Argentina y Colombia protagonizaron un partido que difícilmente se olvidará. Tristeza y felicidad. Garra y buen juego (me quedo con el cuarto gol de Colombia) Y por muy lejos, el epítome histórico del fútbol colombiano.
Lamentablemente,... ¡quién iba a pensar que los héroes de esa histórica goleada iban a ser los responsables de la mayor decepción futbolística del mundial USA '94!.
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