Hay veces que ni el nacionalismo ni las ideologías pueden con "el poderoso caballero": Don dinero. Esto le ocurrió al seleccionado de Yugoslavia en Alemania '74: desde un punto de vista futbolístico, lo más terrible que sufrían alprincipio, eran las inquinas nacionalistas de los jugadores, lo que impidió que un equipo formidable como ese, explotara al máximo su talento. Disponían de un centrocampista sensacional, el esloveno Brane Oblak, y de un genial extremo zurdo, el serbio Dragan Djazic. Las cosas se desarrollaron bien durante la primera fase porque los futbolistas se comprometieron a mantenerse unidos en la lucha por un objetivo común: la prima que les había prometido el mariscal Tito.
El plan se torció tras la brillante clasificación para la segunda fase. Un grupo de jugadores, entre ellos Djazic, reclamó que se les anticipara una parte de la prima. Querían aprovechar su estancia en Alemania para ir de compras. El presidente de Yugoslavia hizo entonces una cosa bastante idiota: viajó a Alemania, se reunió con los futbolistas, les lanzó una arenga sobre la gloria y el triunfo y les pagó todo el dinero prometido. Ese mismo día comenzó el desastre. Ya nadie se preocupó de otra cosa que de gastar, preferiblemente en compañía de señoritas,... También quedó olvidado el pacto de unidad. Serbios y croatas dejaron de hablarse. Oblak, esloveno, lo resumió años más tarde con una frase: "El dinero fue nuestra ruina".
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