(Entrevista al arquero de Uruguay en la final del '50, realizada en el 49º aniversario del "Maracanazo")
-Por: Jorge Barraza
Roque Máspoli sonríe y habla, habla y sonríe todo el tiempo. ?Reírse hace bien. Y es gratis?, aconseja. Y vuelve a desarmarse en una carcajada que le achica los ojitos, pequeños de por sí. Como Alfredo Di Stefano, Franz Beckenbauer o Bobby Charlton, estuvo en Asunción, invitado a presenciar la Copa América y pareció ser el portador de la buena estrella que iluminó a esta insospechada Selección Uruguaya que llegó a la final del torneo. Si hasta tuvos visos de premonición:¡Otra vez Uruguay-Brasil decidiendo una Copa! .
A manera de tradición, ya, en cada nueva topada de estos gigantes futboleros reaparecen los duendes del Maracanazo. Sobrevuelan el espacio alterando humores brasileños, animando corazones charrúas... Una suerte de fantasmas con sábana celeste revolotean sobre el césped donde habrá de librarse la nueva contienda. Son los espíritus de aquella hazaña sin igual que esperan otro milagro uruguayo para darle paso a nuevos fantasmas y entonces sí, reposar en paz. Brasil precisa de todos los Ronaldos y Rivaldos disponibles para hacerle frente a este modesto grupo de botijas uruguayos. No es que sean temibles futbolísticamente. Sucede que visten una camiseta cargada de glorias. No son fáciles. Al principio de los tiempos, en su obstinada parquedad, Obdulio Varela sentenció: "Con la Celeste en el pecho somos doble hombres..." El eco lo propaló a los vientos; los vientos lo llevaron a otros pueblos. Este 16 de julio, se cumplieron 49 años de aquella mitológica victoria celeste sobre Brasil por 2 a 1 en el entonces flamante Maracaná. Fue uno de esos impactos que, de tan inesperados, sobrepasan la barrera de la historia para ingresar en la leyenda. Roque Gastón Maspoli fue el arquero de la epopeya. Convivimos con él durante varios días. A los 81 años conserva intacta la estampa del gran atleta.
-Nací el día que Colón descubrió América... (ríe). El 12 de octubre de 1917. Fui campeón con 32 años, un metro 83 y 94 kilos. ¡Sí, pesaba 94 kilos! ¡Y llegué a estar en 114.
Después de 16 años como golero (2 en Liverpool, 14 en Peñarol) y de 32 como entrenador ha pasado a retiro. Se cruzó en el lobby del Hotel Guaraní con Daniel Passarella y se saludaron con el afecto de dos grandes. Ambos campeones del mundo. Daniel, además, recogerá el testimonio de Roque. Es que Máspoli fue el técnico que terminó dirigiendo a Uruguay en la última Eliminatoria. Y Passarella será el conductor en la próxima.
El tema, sin embargo, es otro. Como cada temporada, cuando se acerca el 16 de julio, comienzan a desfilar los recuerdos de aquella gesta que impactó al mundo. La sencillez de Roque, no obstante, le quita dramatismo. La vuelve más terrenal.
-Es increíble, cada vez que llega esta fecha, nos hacen notas desde todo el mundo. Impacta más en el exterior que en el Uruguay. Aquello fue un buen triunfo, sin dudas, pero nada más, después se inventaron muchas historias. Es que los diarios tienen que llenar páginas... (Ríe nuevamente)
-¿Nada más que un buen Triunfo?
-Es que Brasil era un equipazo, pero Uruguay tenía lo suyo. Nosotros empezamos a ser campeones un mes antes. Casi no nos habíamos preparado y se jugó la Copa Río Branco entre los dos países. Primero ganamos 4 a 3 nosotros. Uno de los goles brasileños había sido offside, y otro fue medio extraño. Ganamos bien. En el segundo venció 2 a 1 Brasil en cancha del Vasco da Gama con un autogol de Matías González. Y en el desempate nos ganaron 1 a 0 con un tanto de Ademir a los 42 minutos del segundo tiempo. Significa que éramos muy parejos. Podíamos perder, pero también ganar.
-¿Porque entonces tuvo tamaña repercusión el Maracanazo?.
-Por el marco. Había 200.000 personas aquella tarde, algo nunca visto. Y era un infierno como gritaban. También por el Maracaná, un estadio colosal. Porque Brasil venía de ganar todos su partidos 9 a 0, 7 a 0... Y porque con el empate era campeón, ya que llevaba un punto más. Uruguay había empatado 2 a 2 con España y apenas derrotó a Suecia 3 a 2 en el último instante.
-¿Es de imaginar el dramatismo de los últimos cinco minutos del partido, con Brasil empujando?
-No, no pasó nada. Nos costó llegar al gol, y cuando empatamos me dije desde el arco '¡Qué lástima! No vamos a tener tiempo de ganar'. Pero sucedió lo inesperado: Brasil se derrumbó. ¡Se murieron! No fue culpa de los jugadores, es que el público, que hasta ese momento había producido un ruido fenomenal, se quedó mudo, consternado. Se produjo un silencio de pánico en todo el estadio que paralizó a los jugadores. Si ni siquiera me tiraron un centro... No avanzaron más. Entonces metimos el segundo. Y pudo haber llegado otro. Ellos no respondían. En una jugada, un muchacho brasileño se cayó, lo ayudé a levantarse y le palmeé la cara, porque nos conocíamos todos, ¡Estaba helado, pálido!. El empate los mató.
Roque desdeña la posibilidad de lucrar con la leyenda. Se empeña en aclarar que la epopeya no fue tal. Y en destacar la corrección que imperó aquella tarde histórica.
-Fue un partido correctísimo; no existían las tarjetas amarillas, pero no hubieran hecho falta. Y la reacción del público es el recuerdo más hermoso que tengo del fútbol. Fue de una corrección increíble, extraordinaria. Estaban destruidos todos, pero no hubo un incidente, un grito, una palabra de más. Al día siguiente fuimos de compras y en los negocios no nos dejaban pagar, nos regalaban las cosas. Lo mismo los jugadores brasileños. Desde entonces, cada 16 de julio nos reunimos con los muchachos a celebrar el aniversario, ¡Y vienen los brasileños a compartir con nosotros! ¡Qué caballeros!
-¿Qué hay de cierto de todas aquellas anécdotas sobre Obdulio Varela?.
-Muy poco, casi nada. Eso de que Obdulio tomó la pelota y fue a discutir el gol de Brasil con el árbitro para enfriar a los brasileños no es cierto. Lo que pasa es que el gol fue en posición adelantada, el juez de línea levantó la banderita y por eso reclamamos, nada más. La única anécdota que recuerdo con Obdulio, con quien éramos compañeros en Peñarol, es que a la mañana siguiente bajamos de la habitación, nos encontramos en el lobby del hotel y nos abrazamos: ¡Somos campeones del mundo! nos dijimos. Porque en la confusión que hubo al final del partido, no hubo demasiados festejos.
Desliza, a cada momento, el nombre de Schubert Gambetta. Lo hace con devoción.
-Si hubo un héroe del Maracanazo, fue él. ¡Qué jugador! Tenía todo: temperamento, clase, confianza. A los diez minutos de empezado el partido nos decía: ¡Estos no nos pueden ganar!. Contagiaba fe. Con gente así parece imposible perder.
Caballeroso, respetable, simple, Roque Máspoli buscaba a cada momento desviar la charla hacia esta nueva final de Copa que disputaron estos dos colosos futbolísticos.
Se parece mucho a aquella final. Brasil gran favorito. Nosotros tenemos un cuadro en formación, no podemos compararnos, pero la mística la tienen los botijas, no la hemos perdido, es lo que mantiene en pie al fútbol uruguayo.
Tuvo que atender a decenas de periodistas jóvenes, ansiosos por conocer detalles dramáticos de aquella conquista que el tiempo continúa agigantando. El arquero del Maracanazo se empeña una y otra vez en derribar los mitos de aquel 16 de julio. Ya no puede, sin embargo. Las leyendas populares están por encima de los hombres. Van a caballo del viento, siempre vivirán.
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