Existen centenares de anécdotas es historias acerca de la Copa Perú; ese divino campeonato, extraño y tal vez hasta ridículo para cualquiera que no sea peruano, el cual nos plasma como país de una manera imposible de duplicar: improvisados, imperfectos si, ¡pero anhelantes en cada instante de nuestras vidas, de vivir o de ver cómo el pequeño "se trague" al grande!, al poderoso, venciendo al Señor Dinero o a la injusticia invisible que determina que nos dice cada día que "eso no se puede hacer", y logrando así un pequeño "milagro" por así decirlo, que dé una constancia, que en este mundo, uno puede lograr lo que sea.
La Copa Perú -al menos su versión original-, era pues, un torneo de "cenicientas": creado para que los clubes de provincias, sin importar más que sus habilidades (y algo de buena suerte), pudiesen lograr acceder al fútbol rentado; se topaban ahí el club con 100 años de historia, con el equipito de liga de barrio, con apenas 2 de existencia. Se veía cómo jugadores y cuadros desconocidos pasaban del comentario de esquina, a la página deprotiva de provincia,... para de la noche a la mañana aparecer en los diaros de circulación nacional. Miles de clubes disputando una clasificación lejanísima, hasta quedar 24: uno por cada departamento del Perú, hasta quedar sólo seis que en un hexagonal, disputaban en la lejana Lima, su "boleto por un sueño": el fútbol profesional: miles de futbolistas anónimos soñaban sólo con pisar el grass del Estadio Nacional, al menos por una sola vez en la vida.
Al quedar los seis clasificados, saltaban a los diarios historias muy bellas e increíbles: el pueblito haciendo colecta para los pasajes del club, las clasificatorias en la selva amazónica, trasladándose a lancha por río o en avionetas de "narcos",... los ascensos a más de 4,000 metros en camiones de minerales, en fin, todo, con tal de clasificar a las finales: a Lima.
En la gran ciudad, de pronto, los cerros se movían: los migrantes expulsados del terruño por sequías y terrorismo, de pronto sabían que "su" equipo lo había logrado. Desde el empresario exitoso al ambulante, todos recordaban de golpe ese pedacito de tierra, allá lejos. Entonces se reunían por decenas y a veces miles; ponían a disposición el local de su club departamental o provincial en la capital, para hotel improvisado para el Club escaso de fondos. Y al iniciar la "Finalísima", por dos semanas, el Estadio Nacional era "tomado al asalto" por familias de hinchas, pobres y ricos, convirtiendo las graderías en un caleidoscopio de color: del norte, del sur, de la amazonía y la sierra, derrochando alegría y tradición: con sus danzas, con sus trajes típicos,con su música y sus cantantes famosos. También se enfrentaban en las graderías los chamanes amazónicos con los brujos norteños y los "pacus" del sur del ande: todo con tal de ganar. Las comidas típicas también salían a relucir, llenando el estadio de apetitosos aromas: eran días de fiesta en los que cada pedazo del país se manifestaba en toda su fuerza en medio de la alegría, y opacando a esa fea cosa de cemento llama LIMA.
El canal del Estado transmitía en vivo para todo el país los partidos: nunca dieron estadíasticas de rating, pero estoy seguro que en más de una ocasión, en provincias, tuvieron más sintonía que cualquier partido de la selección.
La primera vez que vi de niño un partido de Copa Perú, fue la final de 19 : en aquella ocasión Textiles La Unión de Lima cayó derrotado ante un absoluto desconocido "Hungaritos Agustinos" de Iquitos. Yo, limeño mazamorrero, pensé "¡qúe verguenza!; ¿cómo se dejan ganar con un equipo de la selva?, ¿¡y todavía con ese nombre!". Ese fue mi "primer encuentro" con el fútbol de la amazonía peruana, y en cierto modo me anunció, que me viviría esta historia que ahora paso a contarles:
El hincha solitario de La Loretana
Don Manuel era en aquel entonces nuestro vecino de enfrente en el barrio: es uno de esos hombres que sólo se le puede definir como "más bueno que el pan". Vivíamos yo y mi familia en Arequipa en los '90s y tan alejado está la selva de la Ciudad Blanca que, no fue raro que al bueno de Don Manuel lo apodaran en el barrio de la única manera que era posible apodarlo: "El Charapa". Amante del fútbol hasta los huesos, no había domingo que no estuviese en la canchita jugando con jóvenes y viejos; en las tetulias de barrio hablaba de todo, de su trabajo, de fútbol y de su incipiente y pequeño negocio de pisos de madera. También hablaba de la selva, pero poco nos comentaba mucho de su tierra, la lejanísima Pucallpa. Sospecho que no lo hacía para no extrañar demasiado su terruño.
Su familia, todos nacidos también en Pucallpa, se habían vuelto evangelistan, por lo que las fiestas, las cerevecitas con los vecinos e incluso ,ver fútbol en la televicsión dejaron de ser cosa común en su hogar, lo cual hizo que su siempre eterna sonrisa diese paso a un cariz algo solitarios, por lo que no era raro que, ante un partido de alguna importancia, corriese a buscar a mi hermano mayor o a mi padre, para ver el fútbol en la sala de nuestra casa; ahí con unas cervecitas, se quedaba hasta que acababa el partido y un poco más; Don Manuel era así, muy bueno -no pienso que hacía nada malo respetando la decisión de su familia-, pero tras una vida de migrar de un lado a otro del país, se podía decir que añoraba un poco de cada sitio donde había vivido y que era en cierto modo, un eterno desarraigado que se contentaba con lograr un lugar dónde echar raíces y luego añorar sitios antes comocidos.
Un día de 1994, se aparecíó en la puerta de la casa con una propuesta algo extraña para nosotros: ver por la tele la Copa Perú. En mi familia sólo existen dos camisetas: la de Universitario (toda la familia) y la del Deportivo Municipal (mi padre, al cual le perdonamos todo,..) y siendo limeños no nos interesaba ver al paladín del fútbol arequipeño que había clasificado en aquella edición (FBC Aurora), pero no podíamos negarnos: Don Manuel, tan bueno como el pan, siempre alegraba a mi padre jubilado con sus historias y alegre conversación y, como en todo barrio chico, tus vecinos terminan volviéndose parte de tu familia.
Un día de 1994, se aparecíó en la puerta de la casa con una propuesta algo extraña para nosotros: ver por la tele la Copa Perú. En mi familia sólo existen dos camisetas: la de Universitario (toda la familia) y la del Deportivo Municipal (mi padre, al cual le perdonamos todo,..) y siendo limeños no nos interesaba ver al paladín del fútbol arequipeño que había clasificado en aquella edición (FBC Aurora), pero no podíamos negarnos: Don Manuel, tan bueno como el pan, siempre alegraba a mi padre jubilado con sus historias y alegre conversación y, como en todo barrio chico, tus vecinos terminan volviéndose parte de tu familia.
A partir de ese día, mi padre yo y mis hermanos -incluso mi madre, poca afecta al fútbol-, nos volvimos entonces fanáticos de La Copa Perú: en esos encuentros, veíamos algo que no se ve ni en el fútbol profesional peruano ni en la selección, hace muchísimo tiempo: jugadores partiéndose el lomo, por algo más que dinero o fama: se "la parten" por el teruño, el honor, la familia, los amigos. También nuestro incipiente fanatismo se debió a una camiseta: en ese torneo, clasificó el Mariano Santos de Tingo María, un Club conformado por miembros de la Policía Nacional; mi padre era ya coronel retirado de la policía y una de mis hermanas aún vestía dicho uniforme: como parte de la "familia policial", inmediatamente comenzamos a hacer fuerza por ese equipo de hombres que peleaban contra el narcotráfico y el terrorismo con "el uniforme de la patria", y que ahí, en el Nacional, sacaban pecho por los uniformados del país, comandados en la cancha por el que después fué ídolo, en la profesional, del Unión Minas de Cerro de Pasco: el "Comisario" (lo era) Miñán. ¡Era divertido ver a los policías que resguardaban el campo de juego, saltar tirando los escudos antimotines al suelo, gritando como hinchas que eran, tras cada gol de Mariano Santos!!!
Así, a partir de entonces, con cada mes de enero llegaba de nuevo La Copa Perú: "el campeonato del fútbol macho" y Don Manuel pasaba dos semanas completas con nosotros , acompañándonos en nuestras tertulias de fútbol provinciano, escuchando sus anécdotas e historias de fútbol amazónico: desde sus partidos de niño, que terminaban con un chapuzón en el río Ucayali para todos, pasando por el glorioso paso por la profesional del CNI de Iquitos, y el Hungaritos Agustinos.
Al año siguiente, nuestras citas de enero tuvieron un matiz distinto: Don Manuel llegó un día de su trabajo al barrio: estaba eufórico: "¡Clasificó La Loretana"!!-, nos dijo hecho una dicha, el bueno de Don Manuel. La Loretana era pues, "el primer amor" futbolístico de nuestro querido vecino, y del cual imagino que de joven, alguna vez soñó vestir su camiseta. En aquella ocasión, apenas tomó asiento en la sala para ver el primer partido, no dejó de sonreír, contándonos sin parar los recuerdos de su terruño, sus vivencias, las historias de su tierra, es decir, todo y mucho más de lo que nunca nos había contado antes,... pero conforme avanzó el hexagonal, el equipo de Don Manuel perdió el paso; el Aurora de Arequipa pugnaba por segundo año consecutivo para alzar la Copa, siendo considerado ya casi, casi, campeón del tornero: entonces todo el barrio (viviendo en Arequipa era obvio), se le "prendió" a Don Manuel: "¡ya pues Manuel, apuesta por tu equipo!!!", o frases aún más hirientes: "...¡tu equipito, jajajaj!" Bromas y burlas, Don Manuel no se amilanó, ni tampoco perdió el buen humor ni respondía de mala gana. Aunque luchó hasta el último partido, su querida Loretana terminó cuarto de seis. En los ojos del bueno de Don Manuel, pude ver cuando La Loretana se quedó sin ser campeón, lo que solo una vida enfrentado la naturaleza y la vida villana te enseña: que la vida te da revanchas. Se entristeció por un instante, sabiendo lo difícil que es para los clubes chicos peruanos, clasificar a la Finalísima, pero al poco rato cambió de cariz: la esperanza es lo último que se pierde.
El año siguiente, 1996, en enero, retomamos una vez más nuestra "pasión por el fútbol macho": Don Manuel no cabía de dicha; ¡La Loretana lo había logrado de nuevo, estaría en la Finalísima de Lima! Por el gran sur, esa vez llegó el Sportivo Huracán de Arequipa, dispuesto a lavar la afrenta al fútbol arequipeño del Aurora, que perdió dos títulos seguidos y siendo favorito; este equipo es de La Pampilla, y su sede queda muy cerca a nuestro barrio, por lo que todo el barrio se decantó de nimediato por sus colores. También clasificó la Universidad Técnica de Cajamarca, Club que ya sabía lo que era ser de Primera División. Por la pobrísima Huancavelica, llevó el Diablos Rojos; por Andahuaylas, llegó el Deportivo Municipal de Pacucha, un cuadro que jugaba de local a casi 4,000 m.s.n.m y que acostumbraba jugar junto a una laguna de frigidísimos deshielos andinos: en los partidos entre titulares contra suplentes, los de Pacucha acostumbraban que los perdedores se metiesen a las heladas aguas. El último cuadro clasificado vino del norte, zona del Perú que casi ha acaparado los trofeos de la Copa Perú desde sus inicios, con cuadros de polendas como el Juan Aurich, el Manucci, el José Galvez, el Atlético Grau y el denominado "Rey de copas" del fútbol macho peruano: el Torino de Talara)
El MARSA de Tayabamba era un cuadro que no encajaba para nada, entre los cuadros corajudos del norte peruano, ni menos entre los participantes habituales de la Copa Perú; pertenece a una poderosa empresa minera de oro, por lo cual contrastó desde el primer instante con los otros clasificados: se concentró en un hotel de 5 estrellas mientras que los apurimeños y los huancavelicanos dormían en los clubes departamentales de residentes en la capital, mientras que arequipeños, cajamarquinos y pucallpinos lo hacían en modestos hoteles.
Con camisetas en amarillo, blanco y negro, se destaca el logo de la empresa: un lingote de oro. De inmediato, se volvió para la afición en el antipatico del torneo; para empeorar las cosas, su entrenador, el ex seleccionado argentino nacionalizado peruano, Ramón "El loco" Quiroga, declaró ante los medios de prensa una reverenda "pesadez", que tiene un sitial en la historia de los "bulos" del fútbol peruano: "si ganamos la Copa Perú, para la profesional, MARSA va a traer de jales a Sergio Goycochea al arco y a dos jugadores argentinos de primer nivel". Para los entnedidos, las millonarias ganancias de MARSA, dan para eso y mucho más, y que "El loco" no hablaba por hablar,...
Mientras tanto, Don Manuel nuestro vecino, se dedicó a una tarea titánica: buscar en Arequipa a otros pucallpinos como él: quería en aquella ocasión, gritar con un coterráneo en nuestra sala, los goles de su equipo. Minutos antes de emepzar el primer partido, llegó a la casa; tras poner anuncios en un diario, y pegar otro en cuanto lugar se le ocurrió:
"¡Encotré uno!"-, nos anuncíó eufórico. era un señor de su edad y que trabajaba como camionero en una fábrica. "Cuando nos vinos, ¡nos abrazamos como si fuésemos hermanos; me dijo: pensé que yo era el único!" Lamentablemene, su coterráneo debió partir en su camión fuera da Arequipa esa misma tarde y se perdería el partido, así que, quedando con volverse a encontrar a su regreso, el bueno de Don Manuel le prometío gritar y beber a su salud. esa Finalísíma fué una de las más peleadas que se recuerde: del primer al quinto de la tabla, tuvieron opciones de título hasta la fecha final: en la primera fecha, todos los partidos fueron empates; MARSA de Tayabamba se convirtío en favorito tras golear 5-1 al UTC en la segunda fecha y Huracán, se disparó en la misma fecha con un rotundo 4-1 contra el Municipal Pacucha, en la misma fecha; de ahí a la cuarta, se sucedierno empates: La Loretana derrotó en la misma fecha a los Diablos rojos 3-2. Huracán era favorito en el papel, pero la verdad es que el título se definiría en la última fecha: MARSA, Huracán y La Loretana tenían más opciones y por el fixture, en la fecha final, chocarían pucallpinos y arequipeños.
La ciudad estaba en total euforia ese día: ¡no nos ganan!!, era la consigna; todo arequipeño daba por descontado el título del Huracán. La dirigencia del cuadro de La Pampilla pensaba igual y lo demostró: se prepararon para la gran fiesta; durante todo el día, pudimos ver el arribo de caminones repletos de cerveza, un estrado, una orquesta y equipos de sonido: casi por toda la zona se podía escuchar el perifoneo, inivitando a todo el mundo a acompañarlos a su sede, para ver el partido y celebrar el título.Al atardecer de ese 28 de enero, mi familia y yo nos reunimos en la sala, frente al televisor: al poco rato llegó mi hermano mayor y Don Manuel, trayéndonos una noticia alarmante: ¡había encontrado a nuestro vecino en la avenida que está al frente del barrio, apostando con todos y cada uno de los vecinos que iban a la sede del Huracán!!, al sincerarse con nosotros, nos dijo que fácilmente había apostado -en dinero y cervezas-, ¡dos o tres veces su sueldo! No solo lo había hecho en el barrio, sino con cada conocido en su trabajo, en fin cono todo el mundo. Al favoritismo de los de Huracán había que sumar que MARSA aún no estaba eliminado y podía coronarse campeón: enfrentaría en el preliminar a un casi eliminado Municipal de Pacucha. Era como apostar contra dos finales distintas, pero ni modo. Nos sentamos a ver el resultado y a rezar por el bueno de nuestro vecino,...
El MARSA- Municipal fué uno de esos partidos que nadie olvida: por un lado, un equipo ampliamente superior en chequera, uniformes y zapatos de marca, y promedio de vitaminas y proteínas consumidas por sus jugadores, amén de una barra de bien pagados trabajadores mineros, uniformados de hinchas, buxo, camiseta, gorra y globos estampados incluídos. Por el otro lado, los hijos de Pacucha, luciendo su uniforme inspirado en un grande del fútbol peruano: Deportivo Municipal. Sudando a mares, más acostumbrados al frío de la puna que al verano costeño, acompañados por una diminuta barra de entre migrados y pacucheños metidos en esa odisea, cantando, mostrando en sus prendas todos los colores del arcoiris y acompañandos por sus danzantes de tijeras: los de Andahuaylas no tenían nada que perder y nada que ganar, así que salieron a la cancha a hacer lo único que podían hacer: jugar fútbol. Terminaron empatando 2-2 con los sorprendidos mineros, arañando una victoria y robándoles el título que ya se creían merecerdores por el poder del dinero. Los de Apurímac sabían muy bien que nadie ni nada les había regalado nada ni que tampoco lograban nada,... salvo una cosa: regresar a su pueblo con la frente en alto, y se lo llevaron.
Finalmente llegó la final: describir el partido entre La Loretana y el Huracán sería inútil: fué un partido de "Copa Perú"; no fue heroico, fué peleado y corajudo; no fué técnico: a partir del pitazo inicial, ambos conjuntos se olvidaron de esquemas; no fue caballeroso, hubieron de tres a cuatro conatos de bronca en todo el partido,... no hubo fútbol vistoso y bello, pero ambos equipos se fusilaron mutuamente, buscando el gol. Tal vez, la magia de la Copa Perú sea esa: ves a un hombre, muy parecido a tí, con tus mismas falencias deportivas, en una gran final, en la cual quisieras tú estar y lo vez haciendo lo que tú harías: luchar hasta lo último por que no tendrás otra oportunidad así en la vida.
El barrio entero explotaba: de las casas vecinas e incluso desde la sede del Huracán, nos llegaron los gritos; el Huracán favoritísimo ahora, tras el empate del MARSA, no podía meter gol. Don manuel esa vez gritó por dos y por tres, como queriendo acallar a Arequipa entera, pero nada; la Loretana no convertía tampoco. Finalmente, la explosión se dió: el equipo de la lejana Pucallpa anotó el gol del triunfo, faltando quinces minutos. Un gol. 1-0, para qué más.
Recuerdo que hicimos retumbar la casa todos juntos y recuerdo al bueno de Don Manuel echando a llorar con el pitazo final, para luego promerternos que volvería a buscar gente de su tierra viviendo en Arequipa para formar una barra y apoyar a su club, a su campeón, cuando viniese a la ciudad, ya como representante de la selva en el fútbol profesional; de hecho lo hizo: el flamante Campeón de la Copa Perú, La Loretana de Pucallpa, encontró en Arequipa una sorpresa: a Don Manuel y 3 hombres más -todos pucallpinos-, agitando una única banderola con sus colores, gritando a todo pulmón.
Pero lo que más recuerdo de esa Copa Perú, es la pequeña revancha que esa noche se cobró el bueno de Don Manuel: sentado frente a nuestra casa sobre una caja de cerveza, veía pasar sonriente a todos y cada uno de los vecinos que regresaba calizbajo y mascando su bronca por la derrota. Les sonreía, tendiéndoles un vaso de cerveza y luego les decía: "Ricky: creo que me debes dos cajas, ¿no?,..."
-Reynaldo Silva Salas
Que bueno por don Manuel un hombre muy optimista despues que pasaron 14 años de aquel partido pude leer aquella historia ubiese querido estar con el ese momento para gritar ese gol de mi querida loretana yo solo pude escucharlo por radio y solo tenia 12 años.
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