En un torneo de mecatrónica, la multitud se congrega bajo las luces del salón. En bandas opuestas de una cancha miniatura de fútbol, científicos se muerden las uñas ante los gritos de los espectadores. Diez robots, cinco por bando, se disputan el balón, ejecutan pases de pared, diagonales de la muerte, gambetas en cámara lenta y tiros a gol.
El partido entre estos robots (con forma de perro) es muy lento pero cada movimiento provoca aplausos y porras de aliento.
Ahora, novedosos aparatos pueden reconocer huellas digitales, los celulares obedecen a específicos tonos de voz, y los sistemas llamados GPS dirigen a un conductor perdido por las calles de la ciudad.
“En menos de treinta años pasamos de cargar kilos de placas para poder grabar en una maquina determinada orden a una pequeñísima carta de plástico (chip) que contiene miles de millones de ordenes complejas”, explicó el doctor Luciano Chirinos, director de la carrera de Ingeniería en Tecnologías Electrónicas del Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Toluca.
Estos robots diseñados por él y sus alumnos, se les denomina AIBO, termino que significa “amigo” en japonés.
En la actualidad dada la conveniencia científica de su estructura mecánica y circuitos electrónicos, el AIBO es un robot utilizado por diversas instituciones para formular nuevos caminos hacia una inteligencia artificial.
“La estructura de este robot es muy sólida y en lo único que nosotros nos concentramos es en reprogramarlo con algoritmos”, explicó el ingeniero Leobardo López Albarrán, de dicha institución educativa.
El algoritmo que los ingenieros codifican en la memoria del robot para modificar su comportamiento es un tipo de receta o instrucción con específicos procedimientos.
“Aquí tenemos diez robots AIBO. Los programamos para que jueguen fútbol. La dificultad de este proyecto no está en meter gol, sino en lograr que se graben lo algoritmos en su memoria para que puedan comportarse en equipo, y sepan ¿cuál es la portería enemiga?, ¿cómo distinguir al contrincante? y ¿cómo programarlos para que se adapten al transcurso del partido?, señaló el ingeniero Juan Abdon Miranda Gamboa, del Tecnológico Campus Toluca.
Pues aunque el fútbol, aparenta ser un juego simple, es todo lo contrario. La comunicación entre los jugadores es crucial. En los robots, ésta se logra por medio de un chip inalámbrico que contiene todos los algoritmos (instrucciones) grabados por los ingenieros.
“Sincronizar los AIBOs para jugar en equipo es difícil. Ellos no distinguen colores como nosotros”, explicó López Albarrán.
En el fútbol de humanos siempre existe el jugador estrella que en momentos ignora el juego colectivo. ¿Es posible que un robot se vuelva loco en el campo de juego, desobedezca la estrategia del equipo y decida ser Maradona?
“Los robots son muy tontos. Las cosas más torpes que se pueda imaginar. Si les pones un algoritmo para caminar en línea recta, el robot seguirá moviendo las piernas aún cuando se tope contra una pared o caiga”, refirió el doctor Chirinos.
Claro que el robot puede tener cierta personalidad, pero no tiene emociones, ni cambios súbitos de actitud. A menos que se le programe con una personalidad específica.
En cada torneo internacional de mecatrónica, los algoritmos deben de ser diferentes e innovadores. ¿Cuál es el siguiente paso?
De acuerdo con el director de Ingeniería en Tecnologías Electrónicas del Tec, en esta década, lo importante será llegar a dominar los robots humanoides. El proceso de andar erguidos resulta complejo por lo que es indispensable una multitud de algoritmos para evitar que los robots se caigan.
El progreso en las ciencias robóticas destapa la complejidad del funcionamiento motriz del humano. Hasta en un juego aparentemente simple como el fútbol, millones de algoritmos son necesarios para practicarlo. Adentrarse en el laberinto de la inteligencia y en la ciencia del gol, es parte del progreso que promete la inteligencia artificial.
(FUENTE: Agencia ID)
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